Interesante reportaje: Historias de forenses: cómo un programa de televisión hizo que alguien se interesara en estudiar cadáveres en México.

Reportaje: Servicios Médicos Forenses del país, en crisis por Víctor Hugo Michel
Twitter: @vhmichel de Milenio Noticias.

Miércoles, 9 PM: millones de espectadores en México y el mundo están pegados al televisor, a la espera de que en apenas sesenta minutos (incluidas pausas comerciales) la doctora Catherine Willows, detective forense de CSI: Las Vegas, determine quién es el asesino, auxiliada, claro está, por las herramientas más avanzadas de la ciencia moderna.

La trama, aunque con sus vuelcos, suele ser sencilla: un cadáver es hallado. Después, es transferido a la morgue para su análisis y, gracias a la ciencia, Willows puede detectar un rastro de ADN, un cabello atorado en las uñas, larvas de un insecto en particular o una fibra microscópica de alfombra que a la postre permiten establecer con casi absoluta certeza la identidad del homicida.

Aun cuando CSI bordea en la ciencia ficción, en México prácticamente no hay quien actualmente haga su equivalente en la vida real. En los últimos 20 años, los médicos mexicanos simplemente no quisieron hacerlo: según estadísticas de la Cruz Roja Internacional y el Servicio Médico Forense del Distrito Federal, no hay forenses suficientes en el país, que en medio de una ola de violencia sin precedentes enfrenta un déficit extraordinario de especialistas en el análisis de cadáveres.

“Quizás habrá mil médicos forenses para un país de 113 millones de habitantes”, aventura Macario Susano Pompeyo, subdirector del Servicio Médico Forense de la Ciudad de México. “No es una especialidad que te va a hacer rico y como los salarios son muy bajos, la mayoría de los estudiantes de medicina se van a áreas que están de moda, como cirugía plástica, otorrinolaringología, ginecobstetricia y pediatría”.

Pese a la alta demanda de médicos forenses que ha generado la guerra del narcotráfico –con 30 mil muertes en cuatro años--, las escuelas de medicina del país que ofrecen esta especialización son contadas. Sólo la Universidad Nacional de México, el Instituto Politécnico Nacional, el Instituto Nacional de Ciencias Penales, la Escuela de Graduados del Ejército y las universidades de Veracruz y del Estado de México dan esta opción a los estudiantes de medicina.

Y aun peor: las plazas para estudiar medicina forense se ofrecen a cuentagotas, reflejo del nimio interés que generó el tema entre los estudiantes de medicina en las últimas décadas.

Según Pompeyo, la UNAM y el IPN tienen aperturas para 20 internistas cada dos años. Las universidades de Veracruz y el Estado de México, 15 entre ambas. El Ejército, tres. Un total de 38 médicos forenses –si es que terminan—cada 8 ó 9 años, tiempo que dura la carrera. Muchas de las plazas quedaron sin cubrir en los últimos años.

“Ciertamente hay un marcado déficit de médicos forenses en México. Es una profesión que hasta hace poco no estaba entre las especialidades más prestigiosas de la medicina y estoy siendo muy diplomático con esto”, coincide Morris Tidball-Binz, coordinador del Área Forense del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

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El panorama de la medicina forense en los estados de la República es, literalmente, desértico. En el primer encuentro nacional de médicos forenses, organizado en septiembre pasado por el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, se descubrió que la mayoría de las entidades del país han depositado en médicos legistas improvisados, especialistas en medicina general en su mayor parte, el manejo y la investigación de los cadáveres.

Una encuesta interna practicada entre los titulares de los semefos estatales arrojó como resultado que hay estados que ni siquiera tienen médicos forenses, incluso aquellos que viven un recrudecimiento de la violencia ligada al narcotráfico y deben buscar evidencias que permitan sostener casos ante las cortes por la muerte de decenas de personas.

Comparadas con cifras de homicidios de la Secretaría de Salud para 2008 (último año disponible), la respuesta a la pregunta de cuántos especialistas en escena del crimen tienen trabajando los gobiernos estatales en sus procuradurías da una idea de qué tan difícil es la situación que vive la medicina forense en México.

Baja California: 4 forenses para una población de dos millones 844 mil personas y mil cuatro homicidios en 2008; Campeche 1 para 754 mil 730 habitantes y 55 homicidios; Colima, cero para 597 mil habitantes y 59 homicidios; Guerrero, 3 para una población de 3 millones 115 mil personas y 859 homicidios; Nuevo León, 1 para una población de 4 millones 199 mil personas y 242 homicidios; y Tamaulipas, cero para una población de 3 millones 94 mil personas y 264 homicidios.

Pocos estados escaparon del abandono casi generalizado a esta rama médica. Con 102 médicos forenses, el Distrito Federal es uno de los que tiene todas sus plazas cubiertas, lo mismo que Sonora y Tabasco, que cuentan con 12 y 34, respectivamente.

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A decir de investigadores, la ausencia de médicos forenses en el país se refleja no sólo en que no hay gente capacitada para realizar investigaciones a detalle en los cadáveres, sino en un mayor índice de impunidad en los delitos.

“Por supuesto que no tener especialistas suficientes nos da una resolución más baja en el número de homicidios que hay en México”, advirtió el doctor Juan Muñiz Ramírez, del Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE). “Los médicos legistas que actualmente hacen las necropsias no pueden fundamentar las causas de un homicidio claramente”.

--¿Cómo influye la falta de médicos forenses en la guerra del narco?
En una mayor impunidad, porque el narco tiene buenos abogados. Si no hay especialistas en manejo de escena de crimen y médicos forenses, no se respeta la línea de custodia. Por ejemplo, llega la Marina, la policía o el Ejército y contaminan la zona de los hechos. Un buen abogado te tumba esas pruebas sin problemas en la corte. Por eso muchas pruebas se nos caen y los casos quedan en la impunidad.

Muñiz Ramírez, quien actualmente se encuentra entrenando a una nueva generación de forenses, considera que por muchos años ha habido un desdén oficial hacia el ramo por parte de las autoridades académicas y gubernamentales, lo que se ha traducido en bajísimos niveles de enrolamiento por parte de estudiantes de medicina a un área que carece del “glamour” de otras especialidades mejor pagadas.

“Para ser médico forense te exigen dos o tres carreras, maestría, especialidades y entras a trabajar y te pagan con tortillas duras. Hay que ver lo que paga una procuraduría, que es irrisorio. Por eso a la gente le resulta poco atractivo: por lo mal pagado, lo mal reconocido”, expuso.

Sin médicos especializados y con las ciencias forenses al fondo de las prioridades de muchas procuradurías, México, sostiene Muñíz Ramírez, se encuentra hoy por hoy “en la era de las cavernas” en lo que a este tipo de investigaciones toca.

Sin embargo, estima que eso se está revirtiendo. Cada año, aunque poco a poco, más estudiantes ingresan a las especialidades de medicina forense. En el INACIPE, sostiene, ya hay nuevas generaciones de estudiantes –principalmente mujeres—que están estudiando en el área. Quizá en 5 años, cuando se gradúen, comenzará a reflejarse el cambio.

“Se está trabajando para recuperar el tiempo perdido. Están saliendo muy buenas generaciones. Diría que hay más gente interesada que antes”, explicó.

¿A qué se debe el súbito interés de algunos estudiantes por una carrera poco popular? Tiene un origen que pocos podrían haber predicho: La doctora Catherine Willows.
“CSI está generando mucho interés entre los jóvenes”, dijo. “Creo que por eso, esto poco a poco se irá subsanando”.

Tidball-Binz concuerda: “Cada vez más la importancia de la medicina forense y de las ciencias forenses en general se está reconociendo. Ahí está la influencia de las series televisivas que han aumentado considerablemente el interés de estudiantes por ejemplo de seguir la carrera forense”.
--¿O sea que un programa de televisión tuvo un efecto benéfico?
Ha tenido un innegable efecto positivo.

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